OPINION: UNA SOCIEDAD EN BUSCA DEL SENTIDO Y UNA POLÍTICA QUE SE AGOTÓ

La política del SXXI ha modificado el escenario de certidumbre que se esperaba en aquellos tiempos en los cuales las metáforas solo eran metáforas y no se volvían una realidad frente a los desafíos que acechaban desde el afuera.

La mercantilización de la política ha trascendido todo horizonte y límite posible porque los efectos adversos que se observan en las sociedades capitalistas ya no tienen salida alguna o, al menos, no como hasta ahora, para no ser tan pesimista.


La democracia insuficiente


Al algún momento del pasado se ha pensado a la democracia como una manera de canalizar las demandas civiles y de construir una estructura sólida mucho más allá de la existencia de una sociedad. Algo que trascendiera en el tiempo y en el espacio y llegase a cada rincón del mundo, pero dejó de tener sentido o, lo que es peor, lo ha perdido porque ya no es el mismo mundo que conocimos ni son las mismas sociedades que hay que representar.



Hay algo del imaginario colectivo que se ha reformado, pero se intentan juzgar los resultados sin entender el proceso porque siempre fue más fácil analizar desde el sesgo ideológico.


Se ven fenómenos a lo largo y ancho del planeta que cuestan definirlos debido a que hasta lo que hoy se conocía como la única alternativa, imperfecta, pero al fin, la única (la democracia) resultó insuficiente. 


El electorado del siglo XXI


Asimismo, el ascenso de personajes impredecibles a la política marcó una nueva era, una era de falta de entendimientos, de empatía y de superación del yo individual. En esta misma línea, el padre del psicoanálisis Sigmund Freud construyó el concepto de ‘Psicología de las Masas’ para poder arribar hacia alguna comprensión de por qué los individuos seguían a las mayorías. Ahora bien, ¿puede existir individualidad dentro del conjunto?


Para analizar el comportamiento del electorado del SXXI es fundamental incorporar a la sociología y a la psicología, más allá del factor que siempre o casi siempre resulta clave: el de la economía. Quizás una sea consecuencia de la otra.


Si las sociedades ya no se sienten representadas por la política tradicional, entonces ¿cuál sería la solución?, ¿quién o quiénes ocupan ese lugar vacío?, ¿cómo se construyen esos nuevos liderazgos? El comportamiento del electorado, en los últimos años, ha variado significativamente, por lo cual, es menester, primero, observar el porqué y, luego, el para qué.


Para Freud, las masas eran asociaciones de individuos, que se manifestaban con características bárbaras, violentas, impulsivas y carentes de límites.


Eran grupos humanos hipnotizados, con bajo rendimiento intelectual, que buscaban someterse a la autoridad del líder poderoso que las dominaba por sugestión. Pero creo, en este sentido, que la definición iría más allá porque sería subestimar a quienes votan. Aunque sí se podría poner sobre la mesa el voto emocional, ya que desplazó – en gran parte – al ideológico y al racional.


Si bien es cierto que aún continúan presentes en la escena política dejaron de tener el protagonismo suficiente como para comprender a quién se está votando o el resultado de una elección.


Los políticos buscando en el vacío


La gran masa de la que hablaba Freud implica una respuesta social no discursiva, sino puramente libidinal, es decir, una multitud de individuos pone en el mismo objeto (el líder) el lugar del ideal del yo.


El psicoanalista vio en la psicología de la masa, una homogeneización y la vinculó a la figura del padre, en torno a lo que llamó “complejo de Edipo”. 


En este sentido, la complejidad de la sociedad actual debería observarse desde distintos ángulos y no solamente desde el mesianismo o la figura de un “padre”.



La desesperación, la apatía política, la resignación y la búsqueda sin sentido han llevado a las sociedades a radicalizar sus preferencias electorales porque el sistema económico  – a nivel mundial – ha puesto en jaque el tradicionalismo. Las grandes crisis han modificado no solo los corazones, sino las mentes al momento de ejercer el voto.


Ya nadie es leal a nadie, ya nadie – salvo los militantes o simpatizantes ideológicos – tiene el voto comprado porque el gran error ha sido pensar que las voluntades estaban en un lugar en el que ya no están más. Los políticos van a buscar al vacío lo que ya no pueden encontrar más.


Nuevos senderos


La hegemonía política murió en el momento en el que el político profesional, como decía Max Weber, ha dejado de representar a la sociedad. 


Por otro lado, los significantes vacíos de los que hablaba el filósofo Ernesto Laclau vienen a mostrar que cualquier personaje puede disputar el sentido del discurso político y ganar la batalla cultural.


A su vez, cualquier outsider puede incluso ocupar el terreno que antes ocupaba el político que se dedicada por “vocación” y que hoy lo ha sobrepasado la propia coyuntura que ha creado al no resolverle los problemas a la gente. Esa espera se terminó y el sistema como existió hasta hoy entró en colapso. La fragilidad de las democracias creó senderos nuevos que pusieron a los políticos de carrera contra las cuerdas.   


El cheque en blanco ya no es para nadie y así lo han demostrado las últimas elecciones, no solo en la Argentina, sino en el mundo. El futuro aún no está escribo, pero lo seguro es que la certidumbre – si es que alguna vez existió – se ha transformado en un cúmulo de interrogantes y posverdades que interpelan a la dirigencia política en este siglo.